¡HUYENDO DE SU PAIS!

Desde hace varios años, un país que siempre había sido de acogida de inmigrantes y personas en búsqueda de refugio cambió radicalmente su situación. Todos conocemos la crisis que atraviesa hoy Venezuela, agudizada por el hecho de la pandemia. Esta ha encontrado un caldo de cultivo muy bueno dadas las condiciones de deterioro de los servicios públicos y de otros tantos factores (entre ellos la des-educación progresiva del país). Generalmente habíamos concebido el fenómeno de la migración como algo que se ha dado en la historia. Siempre el migrante va tras una mejora de sus condiciones de vida o para la consecución de recursos para sí y para sus entornos familiares y sociales. Cuando se daba la migración como una realidad de gente que huye, por otra parte, se habla de causas concretas: persecuciones, guerras, desastres naturales a los que se une una situación de discriminación, etc.
Pero, en el caso “Venezuela” los parámetros y variables son otros. Al inicio, la migración se dio sobre todo de entre los profesionales. Se hablaba de “fuga de cerebros” por ofertas que se recibían y por el ab helo de un mejor tenor de vida. Poco a poco, se fue extendiendo este fenómeno a grupos de clase media, jóvenes sobre todo: no dejó de sentirse también en algunos de ellos la respuesta a una especie de moda. Pero, en los últimos tiempos, la realidad originante de la migración en Venezuela es otra: los grupos familiares que salen del país con el deseo de conseguir mejores condiciones de trabajo y de estabilidad. Quemaban las naves al vender todas sus posesiones y al arriesgarse a enfrentarse con lo desconocido y con las interrogantes del “¿qué nos sucederá? ¿Cómo nos irá?” Sin embargo, desde hace unos meses largos para acá, la motivación más fuerte es otra: se está huyendo de un país donde no hay nada que ofrecer (a pesar de sus innumerables riquezas) y donde la pobreza se acrecienta por la manera criminal como se maneja el estado.
Al inicio del recrudecimiento de la pandemia, comenzó el retorno de muchos connacionales que habían perdido el trabajo y lo poco que habían invertido en los países de acogida. Y se dio otro fenómeno. El país cuna no estaba en capacidad de recibirlos y atenderlos. Los gobernantes que auparon el retorno ni siquiera se habían preparado para acogerlos de nuevo y mucho menos para atenderlos. Se dio el caso (que aún permanece) de que si no fuera por la Iglesia y algunas ONGs una gran mayoría de ellos no hubieran tenido ni un plato de comida. Para colmo, personeros del gobierno, de los militares (y tristemente hasta algún clérigo) comenzaron a calificar a los retornados (sobre todo si no pasaban por los llamados puestos fronterizos controlados) como “trocheros infectados y bioterroristas”. Se sintieron menospreciados y discriminados…lo cual atenta contra sus derechos más elementales y por otro lado es un crimen de lesa humanidad.
Ahora, en las últimas semanas, se ha podido comprobar otro elemento que agudiza la situación: los grupos de personas, familias o grupos de amigos y vecinos, están emprendiendo el camino, casi sin enseres personales, desde diversas partes del país hacia la frontera con la mente puesta en el cómo pasarán a Colombia para seguir a otros sitios. De entre ellos, hay gente que había retornado por las condiciones antes descritas. Pero cada día crece el número de gente nueva que está tomando esta decisión. Generalmente caminan de noche para evitar las inclemencias del clima y del sol. Son manipulados por las autoridades policiales y militares que, en no pocas ocasiones, les cobran para poder seguir adelante. Sólo comen de la generosidad de los vecinos de diversas poblaciones y de lo que los grupos de Caritas Parroquiales les pueden ofrecer. Cuando se les pregunta, la respuesta es que no están migrando sino huyendo de un país devastado. Prefieren pasar hambre y necesidad en otros lugares, donde al menos de vez en cuando reciben alguna atención solidaria.
Es una expresión de la cada día más grave realidad socio-política-económica que vive el país. Lamentablemente no hay estadísticas ciertas. Quizás hasta mejor, para no convertirlos a ellos en sólo números para informes fríos de instancias que buscan recursos en organismos multilaterales. No deja de haber instancias que les quieren “ayudar”, aunque en el fondo ni les alientan en lo que se refiere a su dignidad ni les orientan en lo que pueden y deben hacer. Si en algún grupo se atenta contra los derechos humanos es en ellos… aunque eso no parece importarle a la ONU, A LA OEA, y mucho menos a la dirigencia política oficialista y opositora del país.
Nos conseguimos, pues, con un panorama muy crudo y que debe ser visto con realismo. Cada vez es más fácil contemplarlo con romanticismo sin compromiso social concreto. Pero urge una visión realista de esta nueva dimensión del problema. Por sus causas, por sus efectos y por la forma como se está realizando. Desde esta perspectiva, quisiera subrayar algunos elementos a tener en consideración:
a)      Es una realidad que ataca directamente a la dignidad de las personas, y, por tanto a sus propios derechos. Generalmente, como ya se indicó, quienes dicen trabajar en relación a los derechos humanos, no consideran esta situación como algo que debe ser tenido en consideración.
b)      Hay un gran silencio de los medios de comunicación social sobre este tema. Parece que no es noticia (al menos que haya alguna tragedia qué reseñar).
c)       Hay un cambio de perspectiva: se trata de una migración de huida, como si se estuviera en un tiempo de guerra o de persecución, como ha acontecido en otros lugares y momentos.
d)      No es un tema que es considerado prioritario por la dirigencia política y social, y mucho menos por los que se dedican a la economía de las naciones.
e)      Siempre se les menosprecia y se les responsabiliza (se les echa la culpa) de su propia situación. No son vistos dentro del esquema “macro” de la sociedad actual.
f)       No hay conciencia de que una de las causas más importantes es la forma criminal como se está manejando el país, con la destrucción del aparato productivo, la no resolución de graves problemas como el hambre, la escasez de agua, de insumos necesarios para la sobrevivencia, los medicamentos, la gasolina y el gas…
g)      La Iglesia, con sus CARITAS, a diverso nivel es la institución que más los atiende. Hay alianzas estratégicas. Pero, gracias a su Doctrina Social, hay al menos una atención directa y personalizada hacia ellos. Sin embargo urge fomentar la toma de conciencia en los miembros de la misma de que se trata de un problema en el que todos estamos involucrados.
Todo ello nos lleva a pensar en acciones concretas. Sugerimos algunas:
a)      Desde los diversos ámbitos, y CARITAS es uno de ellos y muy importantes, se debe hablar claramente de la situación tal y como se está viviendo en Venezuela.
b)      Motivar la atención de los migrantes, teniendo en cuenta estas nuevas variables, pero donde se haga sentir varias cosas:
·         Que son personas humanas
·         Que pueden y deben ser sujeto de su propio destino, desarrollo, etc.
·         Que la Iglesia no actúa como una simple ONG, sino con los principios del evangelio y en nombre del Señor. A veces puede dar la impresión de que se les atiende porque forma parte de la plataforma filosófica y doctrinal que sostiene Caritas y otras instituciones.
c)       Hablarle al mundo del problema en sus términos claros y precisos: estamos ante una situación que clama al cielo por la criminalidad de sus causas y por el desinterés de quienes dirigen las naciones. Diera la impresión que a Venezuela hay que ayudarla por razones geopolíticas y por los recursos que tiene (y que van a ser asaltados, no más se termine de arreglar la situación).
d)      Acompañar y acoger; acoger y acompañar. No es un juego de palabras. Implica involucrarse con los migrantes, en especial los que van huyendo… no son extraños, son de los nuestros. No son “bioterroristas” sino imagen y semejanza de Dios.
Hay muchas cosas más qué tratar. Pero, al leer estas pocas ideas desde la luz del Evangelio nos corresponde a todos hacer el gran esfuerzo de mostrar al mundo no sólo lo que sucede sino lo que de verdad se está haciendo. Moisés, a pesar de sus dificultades, se arriesgó… hoy la Iglesia tiene que hacer lo mismo: arriesgarse en hacer la caridad operante en el nombre del Señor.
+MARIO MORONTA R., OBISPO DE SAN CRISTOBAL
I VICEPRESIDENTE DE LA CEV.
28 DE SEPTIEMBRE DEL AÑO 2020.

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