Homilía en la ordenación Diaconal de Fray Daniel de Cristo Resucitado Cárdenas Guzmán

Ante, todo quiero expresar la inmensa alegría que siente por ser la primera vez, que ordenó un Diácono, y a la vez compartir esta ordenación  con los hermanos de la Orden de Carmelitas Descalzos que hacen presencia en esta Diócesis de San Cristóbal, con quienes  me ha  unido una gran amistad y cercanía desde mis años de formación en el Seminario.

   De igual manera, doy gracias a Dios y a la Iglesia, quienes me han llamado para esta misión del Episcopado en estas tierras de gracia y bendición, como es el Táchira y a la vez mi agradecimiento a la Población de Santa Cruz de Mora en el Estado Mérida: gente humilde, sencilla y trabajadora, quien han donado este hijo, Fray José Daniel, para el orden de los Diáconos y seguro que con la ayuda de Dios consagrará su vida al Sacerdocio Ministerial. También a quienes de una u otra manera ha ayudado y acompañado a Fray Daniel en la formación (la familia, seminarios, formadores, compañeros de estudio y el pueblo de Dios que con su oración han acompañado este camino).

Su historia vocacional comenzó desde el vientre de su madre. Ya Dios lo tenía elegido para esta misión; pues desde muy niño comenzaron los primeros sentimientos de cercanía y amor a Dios a través del servicio en lo que ha Dios se refiere. Es así, como comienza en medio de su inocencia y ternura a colaborar en el servicio del Altar como Monaguillo en su Parroquia de su pueblo natal que tiene como patrona a Nuestra Madre la Virgen del Carmen, quien le cubriría con su manto maternal hasta llegar a donar su vida en esta Orden de Carmelitas Descalzos, que tiene como patrona a la virgen del Carmen. No es casualidad es absolutamente el amor de Dios que se hace realidad en la vida de los hombres que con total sumisión y docilidad son capaces de abrir el corazón a Cristo, para también ser los predilectos del Señor en la construcción de su Reino. Por eso, es importante que considere atentamente la misión que va a desempeñar en la Iglesia. Diácono significa servidor: es un verdadero Sacramento de Jesucristo, el diácono del Padre Dios, quien nos hizo el gran servicio de la salvación a la humanidad.

    En las lecturas que hoy hemos escuchado, nos hablan como hace el señor para llamar a muchos a trabajar como Ministros de su obra.  Comenzando con la primera lectura del Libro de los Reyes, el profeta Elías llama a Eliseo. Elías se convierte en un intermediario entre Dios y Eliseo. Hay que hacer notar que Eliseo estaba trabajando en el campo (arando).  A Dios no le interesa si eres el último o el primero, pero si le interesa que esté trabajando; porque la obra es seguir arando, ahora en la construcción de la fe, la esperanza y la caridad en la misión que Dios te va a encomendar. Ante la llamada del Señor, Eliseo dijo: déjame dar a mis padres el beso de despedida y te seguiré. Hermano José Daniel también usted sea despedido de su familia, padres y hermanos desde hace varios años, para ser cobijado con la gracia y el amor de Dios, en esta aventura del sacerdocio. Por tanto, hoy deben resonar en sus oídos lo que dijo Elías a Eliseo: “ven vuelve, porque bien sabe lo que ha hecho el Señor contigo”. Lo ha llamado a Consagrar su vida y vivir como hijo predilecto, haciendo presente a Dios con la misión que ahora le toca vivir. Teniendo muy presente que el Señor lo llama a servir sin nada a cambio sólo por amor, porque Dios es amor y él nos amó Primero. Es decir, queridos hermanos, que formamos parte de las maravillas de Dios, como lo dice hoy el Salmo. Todos nosotros somos obra de Dios. No hemos escogido nada, Dios ha escogido todo lo que ha querido para nosotros, lo único que hemos hecho ha sido responder al Señor en esas cartas de amor que tiene para con cada uno de sus hijos. Él nos conoce inmensamente y sabe en quién ha confiado. Ese es un momento grande, para saber que Dios nos conoce y sabe muy bien en quien ha puesto su confianza.

   Hoy como elegidos del Señor, miramos alrededor de nuestra vida y sabemos que todo es obra de Dios, así lo podemos cantar con el Salmo: ¨Pues eres tú quien me formó, quien me tejió en el seno materno, te doy mil gracias por tantas maravillas, admirables son sus obras”. Una de las grandes preguntas del ser humano es el por qué de las cosas; pero en esta llamada a la vida, al sacerdocio y Consagrar la Vida a Dios tiene respuesta sólo Él, ya que Él ha sido el dueño y artífice de nuestra Vocación.

   Una vocación que debe estar muy unida a lo que nos dice hoy el libro de los hechos de los Apóstoles, donde hace referencia que Dios cuida de toda su creación. Que su bondad y misericordia se extiende a todas sus criaturas. Por eso llama a hombres de buena fama, llenos de espíritu y saber para ponerlos al frente de esta Tarea. Es la misión de cada uno de nosotros; pero los diáconos por la gracia que han recibido les toca colocar en práctica esta Misión. La misma consiste en: 1. preservar la paz y la unidad de la Iglesia. No nos ordenamos para ser un problema o punto de división, todo lo contrario, para vivir en paz fruto de la fraternidad, la misericordia y el perdón; buscando en toda circunstancia mantener la unidad de una Iglesia Santa, Católica y apostólica. 2. Servir a los necesitados. Esta es la esencia del Ministerio Diaconal. Pues como lo dice la segunda Lectura que hemos escuchado, fueron escogidos de entre la Iglesia para servir a los más necesitados dentro de la Iglesia y fuera de ella.

   Es un trabajo arduo, amplio, difícil pero súper importante, porque el pecado ha hecho estragos con la humanidad y el servicio de los diáconos nos debe conducir a la piedad y misericordia, para poder obtener la liberación de aquellos que se encuentran encadenados por el pecado. Dios instituyó el oficio diaconal para ser un medio, a través de la iglesia, de demostrar la compasión de Jesús sobre los que sufren, los necesitados. 3. Sirve al Ministerio de la Palabra: La lectura nos habla precisamente: “No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas”, es decir, la fuente que encontramos para cumplir bien cualquier servicio o misión, tiene su fortaleza en la oración y en la Palabra, ¡qué importante es esto!. Los diáconos son una ayuda indispensable para, que los pastores puedan tener más tiempo disponible para dedicarse de lleno al ministerio de la enseñanza, la predicación de la Palabra y una vida de oración, para fortalecer cada día la vocación a la que hemos sido llamados.

   Ese desarrollo de la vocación tiene unos objetivos de vida: los apuntaba el Papa Francisco dirigiéndose justamente a los diáconos, el 29 de Mayo de 2016 en Roma: “Si evangelizar es la misión asignada a cada cristiano en el bautismo, servir es el estilo mediante el cual se vive la misión, el único modo de ser discípulo de Jesús. Su testigo es el que hace como él: el que sirve a los hermanos y a las hermanas, sin cansarse de Cristo humilde, sin cansarse de la vida cristiana que es vida de servicio”.

   Todo esto, queridos hermanos lo podemos ver en la vida de cada uno de nosotros, pues quizás no reunimos las condiciones necesarias para tan alto Ministerio, pero Dios se fijó en cada uno, para decirnos que nos ama y a la vez invitarnos a ser sus predilectos. El Evangelista de San Juan nos habla de algunos aspectos que debemos considerar en toda llama.

1° Dios es amor: “Como el Padre me ama, así los amo yo”. Jesús nunca se sintió lejos del amor de Padre. En todo momento siempre buscó cumplirla la voluntad del Padre Dios, aunque pasará por sufrimiento, dolores o momentos difíciles. Además nos invita a que nos amemos los unos a los otros como Él nos ha amado. “nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos”. Muy unido a esto San Juan de la Cruz afirma: El alma que anda en amor, ni cansa, ni se cansa.

2°. La Permanencia: “permanezcan en mi amor”. Permanecer en el amor de Dios, es entregase por completo a Él, para que el Todopoderoso nos fortaleza ante la adversidad y podamos decir: esto no es un mal momento, es muestra de que Dios me ama y quiere ir purificando mi vida para donarla por completo a la misión. Permanecer en el amor es crecer cada día en la comunión con Dios y con nuestros hermanos a través de la oración humilde, sencilla y llena de fe.

3°. El cumplimiento: Cumplir es ser responsable con la misión que recibemos, pero saber que si no cumplimos con la misión es porque los preceptos del Señor están muy lejos de nosotros. El Señor nos dice: “si cumplen mis mandamientos permanecen en mi amor”. Cumplir los mandamientos de Dios nos trae como regalo la alegría que viene del Creador. Una alegría que se convierte en plenitud por el regalo recibido siendo uno de sus elegidos, ¿qué otra muestra de amor podemos pedir?.

4°. La Voluntad: La misma nos conduce a hacer lo que Dios quiere, no lo que queramos nosotros. El evangelio de hoy nos recuerda: “ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando”. El Señor nos invita a amar y darlo todo en la misión o responsabilidad que tenemos, buscando en todo momento agradar a Dios, haciendo presente su amor en medio de nuestros hermanos; como diría el Papa Benedicto XVI a los seminaristas en la Catedral de la Almudena en Madrid: “Pídanle, pues, a Él que les conceda imitarlo en su caridad hasta el extremo para con todos, sin rehuir a los alejados y pecadores, de forma que, con su ayuda, se conviertan y vuelvan al buen camino. Pídanle que los enseñe a estar muy cerca de los enfermos y de los pobres, con sencillez y generosidad. Afronte este reto sin complejos ni mediocridad, antes bien como una bella forma de realizar la vida humana en gratuidad y en servicio, siendo testigos de Dios hecho hombre, mensajeros de la altísima dignidad de la persona humana y, por consiguiente, sus defensores incondicionales.”

5°.La llamada. Es un momento único del cual nosotros no somos dueños, es obra de Dios. Él fue el que así lo quiso. Por iniciativa propia y total amor nos ha llamado a este camino. San Juan nos recuerda hoy en su Evangelio: “No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca”. Por lo tanto sintamos muy amados por el Señor y totalmente convencidos que tenemos que dar los mejores frutos donde seamos plantados, porque no es con el fin de agradar intereses personales, sino agradar a Dios que por amor me ha llamado. De aquí, que en Cristo servidor se conforma “el ser” del diácono. Pero al ser sigue el hacer, el servicio. Ser y hacer en el diaconado han de ir siempre unidos, ambos necesitan fecundarse en el amor a Cristo y en el amor a los pobres. No lo olvidemos nunca: el ser cristiano, diácono o sacerdote reclama siempre de nosotros el compromiso del servicio, porque esas experiencias sacramentales nos identifican con Cristo.

   Querido hijo, Fray José Daniel de Cristo Resucitado, ante el pueblo cristiano y sobre todo ante los hermanos de la Orden de Carmelitas Descalzos, lo invito a que sitúes en la Iglesia el diaconado que hoy recibes. Este es un ministerio de la Iglesia, y amarla es condición imprescindible para su ejercicio. Y, cuando digo Iglesia, evidentemente digo Iglesia universal, pero amada en aquella que la hace presente entre nosotros, amada con el alma y el rostro de esta Diócesis y de su Congregación. A la Orden de los Carmelitas descalzos quedas incardinado, camina en ella, en el sueño fraternal y misionero de llegar a todos. Trabaje en ella, con su vida y su servicio, para que sea una bella reproducción del corazón de Jesucristo.

    Que Dios fuente de la vida, el amor y la misericordia lo bendiga y la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen lo proteja, y acompañe siempre en esta misión. Amén.

+ Juan Alberto Ayala Ramírez

Obispo Auxiliar

Diócesis de San Cristóbal

San Cristóbal, 14 de Febrero de 2021.

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