En el marco de la inmediata preparación a la festividad del Nacimiento del Niño Dios, nos reunimos para celebrar un evento particular: los 25 años de ordenación sacerdotal del querido P. Javier Rei Yonekura Shimizu. Lo acompañamos en su acción de gracias y nos unimos a sus padres y hermanos para reafirmar junto con él nuestra profesión de fe en el Sumo y Eterno Sacerdocio de Jesucristo. Por la imposición de las manos y oración Consagratoria del Obispo, fue configurado al Buen Pastor para actuar en su nombre y así, hacer memoria de quien ofrendó su vida a Dios Padre como sacerdote y víctima.
La Palabra de Dios, en este día, nos presenta la figura de José. Ella, además de ayudarnos a seguir nuestra preparación al evento hermoso de la Navidad, también nos permite descubrir algunas facetas propias del sacerdote. José, ciertamente modelo para todo creyente, lo es para todo sacerdote, de manera especial por su tarea de ser “custodio del Salvador”. Entre muchas de las ideas que nos regala la Palabra en los textos de hoy, quisiera destacar cuatro de ellas para nuestra reflexión.
La primera es el reconocimiento de José como un hombre “justo”. Este es un calificativo muy presente, sobre todo en el Antiguo Testamento, para identificar a quien está en comunión con Dios, vive según su justicia, es decir, según su santidad, y además cumple no sólo los preceptos de la Ley sino de manera particular hace suya la alianza con todas sus consecuencias. José es presentado como un hombre “justo”.
Al hacerlo, ciertamente, el evangelista nos quiere enfatizar en su vida de fe y sintonía con el Dios de la Alianza, cumplidor de la Ley y de la Palabra. Pero, a la vez, es justo por ser un hombre de respeto y de prudencia. Der allí que, al saber la noticia del embarazo de María, lejos de denunciarla prefiere dejarla en silencio. Es aquí donde Dios verá su actitud y le dará una misión, que el Ángel le explicará.
José es la segunda persona, después de María, que conoce del embarazo de María por obra y gracia del Espíritu Santo. Lo sabe por una revelación directa del mismo Ángel que hizo el anuncio a María de su condición de Madre del Altísimo por la acción del Espíritu Santo. El Ángel le anuncia la acción del Espíritu Santo. José que por ser justo, es un hombre de fe, sabe entender no sólo lo que le anuncia sino la consecuencia en él de lo anunciado. Por eso, siempre contará con la fuerza del Espíritu Santo y así podrás ser el “custodio del Redentor”, como se le reconoce en la Iglesia.
Junto a esto, la tercera idea nos presenta la tarea y misión que Dios le entrega por medio del anuncio del Ángel. Se va a convertir en el “padre adoptivo” del Hijo de María. En ese papel le corresponde hacer tres cosas: una es la de hacerlo heredero de la casa de David, de donde saldrá el Mesías esperado. Y Jesús es ese Mesías. La segunda, no menos importante y con la cual ejerce su paternidad de manera formal, es quien le pone el nombre al que va a nacer. Y ese nombre es “JESÚS-JOSHUAH” que significa “salvador”. Con esa designación, además introduce en la genealogía de la historia bíblica y humana al salvador; es decir la salvación. El tercer encargo es el de ser “custodio” de ese Salvador.
Hay una cuarta idea presente y que resulta ser la síntesis de lo antes dicho: es el recuerdo de la profecía de Isaías, aplicada ahora a María: La Virgen parirá un hijo… y Éste será reconocido como “Emmanuel”; esto es, “Dios con nosotros”. Es el reconocimiento de la encarnación, de la presencia de Dios humanado en la historia…
Podemos hacer una especie de paráfrasis para ver en estas cuatro ideas algunos rasgos característicos de un ministro sacerdote ordenado para el servicio del pueblo de Dios. Aún, en cuanto a la humana fragilidad lo permite, todo aquel que recibe la ordenación es considerado idóneo para ejercer el ministerio. Los Padres de la Iglesia indican que quien no es digno para el ministerio, por recibir la gracia sacramental comienza a ser “digno” para actuar en nombre de Cristo. Es lo que comúnmente llaman los Padres de la Iglesia, la “dignatio”. Para describirlo en los términos que hoy nos ofrece el texto evangélico, al igual que José, todo ordenado se convierte en “justo”: no sólo por ser obediente y prudente, sino porque presta todo sur ser para santificarse y santificar y así convertirse en “otro Cristo”.
Todo ello, por la acción del Espíritu Santo quien lo configura a Cristo Sumo y Eterno Sacerdote. El mismo Espíritu es quien, por intermedio de la Iglesia y sus ministros (comparados con el Ángel, según lo que nos indica el libro del Apocalipsis), le anuncia que ha sido llamado para el ministerio y quien lo unge para consagrarlo como sacerdote. Es así como se convierte en maestro-profeta, guía-pastor, santificador.
Desde esa consagración, al estilo de José, se convierte en “custodio” del Redentor y hace que se sienta la salvación del nombre de Jesús. A través de su ministerio, de su testimonio, de su caridad pastoral, no sólo presenta al Salvador-Joshuah-Jesús, sino que ayuda a todo el pueblo de Dios para que viva la salvación. Esto le hace predicar a tiempo y a destiempo esa salvación, celebrarla en los sacramentos y la liturgia, hacerla realidad por medio de la caridad y la justicia y así, hacer sentir la presencia actuante del Reino de Dios.
La realidad que le da sentido a todo este ministerio sacerdotal es la comprobación continua del misterio de la salvación gracias al EMMANUEL, el “Dios con nosotros”. Ese “Dios con nosotros” es hecho presente continuamente gracias a que el mismo sacerdote es “memoria” viviente del Emmanuel. Lo hace presente en medio de nosotros cuando celebra, cuando atiende a los hermanos, cuando conoce y es conocido por sus ovejas, cuando carga sobres sus hombros la oveja perdida o necesitada de apoyo… con la gran garantía de ofrecer su propia vida por la salvación de los demás.
Hoy celebramos 25 años de una consagración que ha convertido a Javier en un sacerdote al estilo del Buen Pastor, “justo”, consagrado por el Espíritu, para seguir haciendo realidad la salvación del Señor Jesús, a quien ha sido configurado, y hacer sentir que en todo tiempo y lugar es el “Dios con nosotros” que nos da la liberación pascual. Al dar gracias a Dios, nos unimos a la alegría del p. Javier y hacemos eco de su canto de alabanza y gratitud. A la vez, es una hermosa oportunidad para renovar nuestra comunión con el Sumo y Eterno Sacerdote manifestado en él.
Querido Javier:
¡Qué bonito es que puedas iluminar tu vida sacerdotal con el ejemplo de José! Por la gracia del Señor eres lo que eres, según nos enseña Pablo. Y eres un consagrado para ser “justo”; es decir para ser un santo que santifica. Al igual que José, mantén ardiente la llama de tu fe en el Dios del amor. José te recuerda que fuiste consagrado por el “Espíritu de Santidad” para siempre. Todo lo que hagas, configurado al Sumo y Eterno Sacerdote, hazlo guiado e inspirado por ese mismo Espíritu.
Todo tu ministerio ha estado siempre orientado a hacer memoria de Cristo Salvador. Tus manos, que bendicen, perdonan, guían, consagran… han contribuido –y lo seguirán haciendo- para que el “Dios con vosotros” permanezca en medio de nosotros hasta el final de los tiempos. Tú, al igual que José, pones el nombre de “salvación” a toda acción humana buena, y de “salvador” a toda persona humana. Es entregar el famoso “nombre nuevo” del cual nos habla el Apocalipsis…y lo nuevo, bíblicamente hablando, es lo que contiene y encierra la fuerza dinamizadora de la salvación.
Gracias por tu entrega. Tu sencillez unida a tu espíritu servicial se conjuga con la sabiduría de tus pensamientos y acciones. Sigue manifestando, a través de esas virtudes, tus cualidades de generosidad, franqueza, fidelidad y disponibilidad. Tu testimonio, al igual del de José, seguirá produciendo los frutos venidos del Redentor, del cual también eres “custodio”. Que tu testimonio de vida siga dándonos a conocer el misterio de un “Dios con nosotros” que ama sin condiciones y quiere que todos alcancemos la plenitud de su Reino.
Besamos tus manos sacerdotales, cantamos tu fidelidad y renovamos nuestra fe en el sacerdocio de Cristo expresado sacramentalmente en ti… lo cual hacemos con un gesto cariñoso y propio de nosotros: un fraterno y caluroso aplauso. AD MULTOS ANNOS VIVAS.
+MARIO MORONTA R. OBISPO DE SAN CRISTOBAL
SAN CRISTOBAL, 18 DE DICIEMBRE 2020.