El Señor a todos nos llama de diferentes maneras y en diferentes momentos de la vida. La vocación es algo que nace sin saber cómo, pero el Señor nos comienza a dar luces para ir descifrando poco a poco qué quiere Él de cada uno de nosotros.
Smta. Jesús Aguilar
El Señor nos llama a diferentes estilos de vida, pero a cada uno le tiene destinado un estilo de vida específico. Desde mi experiencia personal, Dios me ha llamado a la vida sacerdotal, pero antes de responder a la pregunta que abre este pequeño artículo, es necesario contar cómo surgió mi vocación, lo cual es uno de los motivos por los cuales decidí entrar al seminario.
Mi vocación, un llamado desde la infancia
Desde muy pequeño, me gustaba ir a las celebraciones Eucarísticas, participar de encuentros de la Iglesia y al final terminé siendo monaguillo de mi parroquia. Muchas veces pero no en todos los casos, nuestras aptitudes o nuestras acciones pueden indicar lo que llegaremos a ser en el futuro. No sentía ningún deseo de ser sacerdote, ni tampoco sabía dónde se formaban. Mi deseo era ser locutor, pero luego este deseo desapareció y comenzó a aparecer el deseo de ser sacerdote.
El Señor llamó a la puerta de mi corazón a muy temprana edad, desde que estaba en la escuela, pero es algo a lo que muchas veces no le damos importancia, pasaron los años y comencé el bachillerato, y allí sentí que el Señor me dijo: “Ahora si te necesito”. El Señor pone los medios necesarios para que hagamos lo que Él nos pide y así lo hizo conmigo. Siendo Mons. Juan Alberto Ayala Ramírez, párroco de la Iglesia Nuestra Señora de los Ángeles de la Grita, comenzó a animarme y me trajo por primera vez al seminario para la primera convivencia de aspirantes al seminario menor.
Me motivé en primer lugar por el deseo de responder a una pregunta que constantemente estaba presente en mi mente y en mi corazón ¿quieres seguirme?; en segundo lugar, gracias a los ejemplos y muchas veces los desvelos pastorales de quienes fueron los párrocos de mi parroquia. Los testimonios de vida de cada uno de ellos me animaron a responder al llamado que el Señor me hacía.
Ingresé al seminario menor a estudiar el cuarto año de bachillerato y luego de graduarme ingrese al seminario mayor, donde comienza el proceso de formación sacerdotal y con esto comenzaría lo que le llamo el proceso de cambio, de transformación; en este lugar como lo es el seminario, nos hacemos barro en las manos del Señor y Él como buen alfarero comienza a darnos forma y, hace de nosotros hombres nuevos.
Querido joven o niño, si has escuchado la voz del Señor que te llama a seguirlo, no tengas miedo. Todos sabemos que en nuestra vida ordinaria nos encontramos con muchas dudas que a veces acallan la llamada de Dios, pero está en ti y en mí la decisión de querer responder a ese llamado. Anímate poco a poco a discernir la voz del Señor que te llama a seguirlo y cuando sientas seguridad de ese llamado responde con alegría y con generosidad.