HOMILÍA DE MIÉRCOLES SANTO

Una de las características más importantes de Jesús, el Hijo de Dios es su irrupción en la historia de la humanidad. Gracias a su Encarnación, el Hijo de Dos se hace presente en medio de los hombres para cumplir con la promesa de Dios Padre, es decir la salvación. Y, a lo largo de su ministerio público, Jesús va al encuentro de todos. No se aísla ni se encierra.

Incluso el evangelista Lucas enfoca su escrito evangélico desde la imagen del camino: Jesús que va hacia Jerusalén. Al hacerlo, el Maestro no sólo enseña, sino que se preocupa por todos, sin excepción: con la fuerza de su Persona sana, anima y hace que muchos le vayan siguiendo. Luego de la Resurrección, Jesús se pone al lado de dos discípulos que están desandando el camino a Jerusalén llenos de desilusión y desesperanzados. Pero el Resucitado les hace arder su corazón y lo re-descubren en la fracción del pam. Ellos al verlo con sus propios ojos retornan rápido a Jerusalén y narran lo acontecido.

Cada miércoles santo, por la religiosidad popular venezolana, se recuerda la imagen de un Cristo que salió, despojado de todo, para encontrarse con el Padre y ofrecerse en sacrificio para cumplir definitivamente la voluntad de Dios. Esa imagen de Jesús Nazareno ha sido tomada por la gente para identificarse con ella: se identifican con el Cristo camino de El Calvario y con la Cruz a cuestas; porque Jesús sale al encuentro de todos los que sufren cualquier adversidad y mal espiritual o corporal; porque sale como uno más desde la pequeñez de su encarnación para engrandecer con su donación a toda la humanidad; porque no se niega a salir para vencer la maldad y al maligno porque es el Cordero de Dios que quita y vence el pecado del mundo.

Cada miércoles santo, entonces, nuestra gente recuerda esa salida salvífica de Jesús. Por eso, muchos se visten de “nazarenos” y dan gracias a Dios o piden una intervención a favor de ellos o de algunos seres queridos. Una doble saluda, la de Jesús y la de su pueblo. Salida para encontrarse y así reafirmar nuevamente lo que se comparte: Jesús que comparte su humanidad con los seres humanos; la gente que comparte su fe y adhesión al Señor que se metió dentro de nuestra historia.

En los tiempos de crisis y angustias que vive la nación, este Miércoles Santo debe servirnos para asumir la invitación del Papa Francisco de hacer que la nuestra sea una Iglesia en salida. Ya por el mandato evangelizador ha de serlo. Y, en las circunstancias que vivimos, la Iglesia debe salir a identificarse con la gente y con el Señor Nazareno: de allí que esa identificación pase por una solidaridad extrema. Como nos lo enseña el Concilio Vaticano II, esa Iglesia en salida se hace una con la gente y con su Señor para vivir os gozos y alegrías, las angustias y problemas de todos (cf. G.S. 1)).

Entonces, con sus celebraciones de la Eucaristía, de la reconciliación, de la unción de los enfermos, la Iglesia se manifiesta como el pueblo de Dios donde todos son acogidos por el amor que todo lo puede. Desde esta perspectiva, reafirma que carga con la cruz de un pueblo que sufre por los embates de la corrupción y la mediocridad; y, a la vez, se hace una con Jesús para ofrecerle sus hombros redentores para promover la auténtica liberación de todos sin excepción.

Nuestro compromiso de ser una Iglesia en salida se alienta e inspira en lo que hoy, Miércoles santo, celebramos: el camino redentor del Señor de Nazaret; pero también la adhesión de fe, quizás muy sencilla y necesitada de crecimiento, de quienes se identifican con el “Nazareno” que carga con los dolores de la gente para darles la esperanza de la salvación. Así, esa Iglesia en salida  ve en los más necesitados, en los pobres, en los migrantes, en los enfermos, en los menospreciados, en los prostituidos o manipulados por los opresores de la sociedad… el rostro de Cristo liberador.

El “Nazareno”, con su actuación de Dios y Hombre verdadero, cumplidor de la Promesa de salvación del Padre, es la mejor invitación para que la Iglesia haga lo mismo: y en salida se encuentro con todos para ofrecerle lo que Jesús ofreció, su propia vida. Estamos todos invitados a participar decididamente en esa tarea que nos desafía: imitar al Nazareno desde la experiencia de una Iglesia en salida.

 

+Mario Moronta

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