Homilía de la Vigilia Pascual

Hace unos instantes hemos proclamado la alegría de la pascua, con el pregón pascual. Nos hemos unido también al cántico triunfal de los israelitas, al pasar el Mar Rojo. Junto a ello hemos escuchado relatos proféticos y enseñanzas acerca de lo más grande que ha acontecido en la historia de la humanidad: la Resurrección de Jesús, el Señor. El más grande de los milagros, junto con el de la encarnación. La luz ha vencido a la oscuridad, la vida a la muerte y la libertad al miedo.

Por eso, el evangelista Mateo refiere las primeras palabras del Resucitado al aparecerse a las mujeres, que habían ido al sepulcro para ungirlo con aromas. “No tengan miedo”. Ya no hay razones para ello. La victoria es total y hay que emprender el camino de la novedad de vida. Jesús, les pide a las mujeres que vayan donde los demás discípulos y les anuncien su Resurrección: “Vayan a decirle a mis hermanos que vayan a Galilea. Allì me verán”.

Ellas lo hacen. Y aunque luego, según nos lo dicen otros autores sagrados, Jesús se encontró con ellos en Jerusalén, les está dando lña orden de ir a Galilea. Y es lógico, ya que es el sitio donde mejor conocían a Jesús. “Allí me verán”; es decir, allí volverán a encontrar al Maestro pero no con las interrogantes de quien está conociendo al Señor, sino con la certeza de la fe. Ya no necesitan más instrumentos para conocer al Resucitado como Dios y Hombre. Lo verán con los ojos de la fe.

Peo, también ese mandato les habla de la garantía de lo que van a tener de ahora en adelante: vayan donde vayan a cumplir la misión que les va a dar, el Resucitado se les adelanta y allí podrán verlo: en la cultura de los pueblos, en la inocencia de los no creyentes, en la necesidad de conocer a Dios por parte de la humanidad… el Resucitado ha cumplido su misión y siempre irá delante de los discípulos como el Buen Pastor que conduce a las ovejas, pero que también las atrae para que cumplan la tarea que les encomienda.

Esta bonnita escena que corona la vigilia pascual es el preludio de lo que deberán realizar los creyentes como testigos del resucitado: ir a anunciar su triunfo pascual con la confianza de que el señor se adelanta en la misión. Para ello Él les ofrece la fuerza y sello del Espíritu. Es la tarea de una Iglesia en salida que anuncia a tiempo y a destiempo a Jesús, el Crucificado y Resucitado, el vencedor de la muerte y el Dios de la vida y del amor. Para afinar ese compromiso, en la misma liturgia de esta Vigilia Pascual no s unimos a los santos en el canto de las letanías, renovamos nuestro compromiso bautismal y reafirmamos que somos testigos del resucitado.

La Vigilia, hermosa celebración de la Pascua liberadora, nos llena de lo que hemos de testimoniar: la luz que brilla a través de nuestro quehacer de cada día; la vida con el agua que recibimos y nos recuerda nuestra identificación con el Dios de la vida en el bautismo; la Palabra, con cuyo anuncio encontramos a Jesús en las nuevas Galileas de hoy en día; la Eucaristía con la cual hacemos memoria de ese Dios Resucitado, que se hozo igual a nosotros hasta el colmo de convertirnos en hijos de Dios Padre.

Cantamos ALELUYA. Pero que dicho cántico no se quede sólo como parte de un momento hermoso de celebración. Nuestra vida, nuestra actividad, nuestro ser miembros de una Iglesia en salida debe manifestarse como el ALELUYA de alabanza y de reconocimiento al Cordero pascual inmolado por nosotros. Todos estos días hemos de ser la melodía hermosa de ese ALELUYA anunciándole a los hermanos la fuerza de la resurrección para que en la Galilea de sus hogares, trabajos y comunidades puedan ”ver” al Resucitado y así se decidan a seguirlo.

Es nuestra tarea: desde el entusiasmo  como discípulos seguidores de Jesús, llenar de ese mismo entusiasmo a todos los hermanos. Jesús lo dijo en el Evangelio: “Díganle a los hermanos….” Nos toca hacer sentir a todos que somos hermanos porque el Hermano mayor, nos dio la razón importante de serlo con su muerte y Resurrección: ya que nos hizo capaces de ser hijos de Dios Padre.

Hermanos: debemos decir a todos lo que hoy la Liturgia nos ha permitido celebrar. Cuando en estos días saludemos a los vecinos, familiares, compañeros de trabajo y estudio y a quienes se nos acerquen, no tengamos miedo y exclamemos: LES ANUNCIAMOS UNA GRAN NOTICIA, JESUCRISTO HA RESUCITADO Y NOS HA INTRODUCIDO EN SU FAMILIA, LA DE LOS HIJOS DE DIOS. ALELUYA

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