Cuaresma I: JESUS, EL NUEVO ADÁN

Al iniciar la Cuaresma, la Liturgia de la Iglesia nos presenta el episodio de las tentaciones que sufrió el Señor Jesús. Y, a la vez, cómo las venció. Es el señalamiento claro de las pretensiones del maligno que quiere siempre usurpar el puesto de Dios. Ya desde los inicios de la historia humana, tentó a los seres humanos proponiéndoles que rompieran con Dios y, en el fondo, lo siguieran. Con esta narración, la Iglesia nos quiere advertir para estar preparados y atentos. Es venciendo la tentación y siguiendo al Maestro de Nazaret como vamos a conseguir la salvación. El maligno quiere vencernos y destruir la obra del Dios humanado quien ofreció su vida para conseguirnos la auténtica libertad de los hijos de Dios.

Desde esta perspectiva es interesante leer el mensaje de Pablo en la carta a los Romanos. En la segunda lectura del I Domingo de Cuaresma, el Apóstol nos presenta una confrontación entre el primer Adán y el nuevo Adán. Aquel dio entrada al pecado en el mundo, con lo cual también ingresó la muerte en la historia  humana. Pablo habla del delito del pecado por el cual todos hemos heredado las consecuencias del mismo.

Pero, lo contrapone a la acción del nuevo Adán, Jesús. Este nos ha conseguido la gracia de Dios, como un don para nuestra vida de creyentes. En Jesucristo, sucede todo lo contrario. Las consecuencias del pecado se trastocan con las consecuencias de la gracia: se logra la “justificación”. Ésta no es otra cosa sino la liberación salvífica del ser humano. La gracia lo convierte en “justo”: y lo introduce en el camino de la novedad de vida. Por supuesto que, desde entonces, por esa gracia, el mismo ser humano debe poner su granito de arena, sobre todo con la obediencia al plan de Dios.

Jesús es el vencedor del pecado. Por eso, es vencedor de la tentación y de su causante, el maligno. Con su acción redentora, el Señor consigue que lo que entró por el pecado de un hombre ahora se convierta en salvación por la donación del Hombre Nuevo, Dios humanado. Así nos lo deja ver el Apóstol: “¡con cuanta más razón los que reciben la abundancia de la gracia y el don de la justicia, reinarán en la vida por uno solo, Jesucristo!”. La desobediencia de uno abrió las puertas al pecado; la obediencia salvífica de otro Hombre, nuevo Adán nos permite recibir la justificación. Es decir, nos permite ser justos, salvados, en camino de santidad.

Esto exige, como ya se indicó, el aporte propio del seguidor de Jesús: con su libertad, se asume la obra del Señor. Es lo que se pide en la oración colecta de este I Domingo de Cuaresma: “que progresemos en el conocimiento del misterio de Cristo y traduzcamos su efecto en una conducta irreprochable”.

 

+Mario Moronta R., Obispo de San Cristóbal.

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